CINCINNATI (EE UU)
Pablo Pereira, Lidia García o Marina Rojo son tres de los estudiantes de cuarto de Secundaria de El Pinar que han formado parte de la aventura transoceánica con la que se ha vuelto a inaugurar el programa internacional de intercambio estudiantil. Todos ellos destacan el buen ambiente vivido en un complejo formativo con casi un siglo de historia y una comunidad educativa que supera los 2.000 integrantes entre alumnado, profesorado y resto de trabajadores.
“Nuestra estancia ha sido muy divertida y dinámica. Nos levantábamos a las seis y media de la mañana para llegar al centro pasadas las ocho, junto al compañero con el que convivíamos en casa. Después seguíamos la rutina de clases que nos correspondía por nivel”, cuenta Lidia García, quien formaba tándem con la joven Ambika, con quien asegura que ha forjado una estrecha relación y cuya familia, “que estaba muy interesada en la vida española” -cuenta-, procuraba deleitarla con las comidas que más le atraían.
Pablo Pereira, por su parte, se mostró impresionado por las instalaciones de uno de los centros más modernos y completos de EE UU; al tiempo que destaca la importancia que confieren al deporte en la vida académica estadounidense. Vivía junto a Shwon, su compañero de intercambio, “que ha hecho todo lo posible por integrarme en su rutina diaria y con el que me he divertido mucho”.
Marina, por su parte, valora la buena acogida que le proporcionó la comunidad local y lo arropados que se sintieron en todo momento. De la vida hogareña en el barrio de Cincinnati en el que convivió con la joven Isabel Ramírez, su estudiante ‘espejo’, destaca la amabilidad de los padres de acogida y el esfuerzo que realizaban por mantener conversaciones con ella; si bien asegura que casi siempre se hablaba en inglés, “porque su castellano no era muy avanzado”. En cuanto al ritmo de las clases y el sistema lectivo estadounidense, valora que “es menos intenso que el español”. “Hay más tiempo